Uno de los crímenes más viles que se han ideado es el de la extorsión telefónica, por la facilidad e impunidad con que se comete, la gran angustia que genera a las víctimas, y el hecho de que las autoridades parecen embrutecerse más a medida que el crimen está más allegado a los medios tecnológicos, como evidencia el hecho de la pobre situación de la legislación contra el cibercrimen en México. Esta nota describe cómo en un reclusorio se ha detectado un celular desde el cual se han realizado sinfín de llamadas de extorsión e incluso habiéndosele cambiado la tarjeta GSM para ocultar su identidad. Lejos de dar buena impresión sobre el trabajo policiaco que llevó a semejante descubrimiento, nos quedan una serie de preguntas, que voy a dejar al aire, simplemente, sin contestar:
- ¿Cómo diablos se introdujeron SETENTA tarjetas GSM al reclusorio?
- ¿Por qué diablos un reo tiene un teléfono celular?
- La última y más peliaguda: si el artículo dice que “se tiene detectado” el aparato, ¿POR QUÉ INFIERNOS Y CONDENACIONES NO LO HAN CONFISCADO TODAVÍA?
Muy claro queda que lo último que le importa a las autoridades es la población, las víctimas que reciben esas llamadas y cuyo único recurso es ignorarlas, lo cual, lo siento señores autoridad, es como ignorar un golpe en la cara, porque por más que me libre de la extorsión, la violencia verbal y angustia a la que se somete a las víctimas sigue existiendo y sin castigo.